Decía Gabriel García Márquez en su obra Cien Años de
Soledad, que el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y
que para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
Las cosas, por los menos en el mundo empresarial, son más divertidas
de nombrar desde que Fernando Beltrán
puso nombre a la compañía telefónica
Amena.
Poeta y escritor, descubrió su vocación por el Naming, como
se le conoce en Estados Unidos, cuando fue empleado en una Agencia de
Publicidad. En su estancia allí se dio cuenta de la poca importancia que el mundo del marketing
destinaba a encontrar un buen nombre. Así, decidió montar una empresa exclusiva
a la creación de (buenos) nombres para empresas o productos que acaban de
nacer. A su obra la llamaría El nombre de
las cosas.
Además de nombres para pequeños clientes, que suelen ser los
más frecuentes, también ha puesto nombres a grandes empresas como Faunia,
Opencor, el centro cultural La Casa Encendida (extrayéndolo del libro del poeta Luis
Rosales), la colección de libros Suma de Letras y muchos más.
En Damenáme
nos consideramos discípulos y admiradores de Beltrán. Y de mayores, queremos
ser como él.